¿Se están acabando los tiempos de gloria de EE. UU., compartirán el destino de Roma? La historia de las grandes potencias: ¿por qué EE. UU. está ahora en una encrucijada?
En las últimas semanas, el mundo observa con inquietud las decisiones audaces y controvertidas de los Estados Unidos bajo el mandato de Donald Trump — desde la imposición de aranceles a productos canadienses hasta las sorprendentes ideas sobre la incorporación de Groenlandia. Estas acciones, combinadas con una tensa política migratoria y una estrategia de "divide y vencerás", han generado incertidumbre en los mercados y aumentado la volatilidad de los mismos. Para entender las acciones de hoy de los Estados Unidos y las decisiones de sus líderes, como Donald Trump, es necesario retroceder en el tiempo y comprender cómo EE. UU. se convirtió en una potencia global. Ninguna superpotencia surge de la nada — su poder es el resultado de la historia, guerras, crisis y decisiones estratégicas. Es el pasado, desde los tiempos de Bretton Woods hasta la era del petrodólar, lo que ha moldeado la posición actual del dólar como moneda mundial. Comprender este camino permite ver mejor por qué EE. UU. lucha por mantener su “dominación” y cómo intentan responder a nuevos desafíos que pueden amenazar su posición global.
¿Qué es realmente una potencia? No es solo un estado con una economía fuerte o un ejército bien desarrollado. Una potencia es una entidad que tiene un impacto real en todo el orden mundial – lo moldea según sus propias reglas, impone sus normas a otros países, y sus decisiones resuenan en los mercados globales y en la política internacional. Solo unos pocos países en la historia de la humanidad han alcanzado este estatus. Y lo que los distingue no es solo la superioridad militar, sino, sobre todo, el control sobre la moneda mundial. Porque si se puede decidir en qué moneda se realiza el comercio, si se puede imprimir dinero por el que otros deben comprar bienes, entonces el poder de ese país se vuelve casi absoluto.
La historia nos muestra que las potencias dominantes casi siempre han estado asociadas con la moneda dominante. El Imperio Romano tenía su denario – la primera verdadera “moneda mundial”, que se utilizaba en toda el área controlada por Roma. España, en tiempos de su poder colonial, introdujo el real de a ocho – una moneda de plata que se utilizaba desde América hasta Asia. Francia en el siglo XVIII puede que no fuera la única potencia, pero su franco era una de las monedas más importantes de Europa. Y luego llegó Gran Bretaña, cuya libra esterlina se convirtió en el medio de pago global en el siglo XIX – una consecuencia natural de que el imperio británico controlara casi una cuarta parte del mundo. Y finalmente, el siglo XX – la era del dólar estadounidense.
Pero antes de que los Estados Unidos se convirtieran en el hegemón global absoluto, su historia era un poco diferente. Incluso antes de la Segunda Guerra Mundial, EE. UU., a pesar de su enorme poder económico, se mantenía al margen de los conflictos internacionales. No se involucraron en guerras como Europa, evitando la expansión militar excesiva. Sin embargo, este aislamiento terminó en el momento en que los eventos de 1941 – el ataque a Pearl Harbor – los arrastraron a la guerra.
Y aquí comienza la historia de su dominación global. Terminaron la guerra como uno de los pocos países cuya infraestructura industrial no fue destruida. Europa estaba en ruinas, Japón estaba devastado por los bombardeos, y los Estados Unidos se convirtieron en el vencedor indiscutible. Tenían una economía fuerte, una industria poderosa y – lo más importante – control sobre el sistema financiero mundial. Fue en 1944, durante la conferencia de Bretton Woods, cuando se estableció que el dólar sería la moneda mundial, vinculada al oro, y que el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial estarían bajo influencia estadounidense.
Ese fue un punto de inflexión. Porque a partir de ese momento, EE. UU. pudo financiar sus gastos sin mayores restricciones – su moneda se convirtió en el estándar, y otros países tuvieron que usarla. Pero este sistema no duró mucho en su forma original. Ya en 1971, el presidente Nixon decidió romper la vinculación del dólar con el oro. ¿Y qué significó eso? Que el dólar se convirtió en una moneda fiduciaria – su valor se basaba únicamente en la confianza en EE. UU., y no en una cobertura real en metales preciosos.
Fue entonces cuando los Estados Unidos encontraron una nueva forma de mantener su dominación – el petrodólar. Al firmar un acuerdo secreto con Arabia Saudita, garantizaron que el petróleo se vendería solo por dólares. Y dado que el petróleo era (y sigue siendo) la sangre de la economía mundial, cada país en el mundo tenía que tener reservas en dólares para poder comprarlo. Este movimiento astuto aseguró a los estadounidenses un mayor control sobre las finanzas internacionales, ya que el dólar se convirtió no solo en un medio de intercambio, sino en la base de la economía global.
En los años 80, EE. UU. se transformaron en un imperio financiero. La globalización hizo que el dólar comenzara a dominar aún más – los mercados de capital de EE. UU. atraían inversores de todo el mundo, Wall Street se convirtió en el corazón del comercio financiero mundial, y el sistema bancario de EE. UU. comenzó a dictar las condiciones a otros países.
Pero ninguna potencia dura para siempre. Y aunque EE. UU. sigue siendo el país más poderoso del mundo, cada vez hay más señales de que la época dorada del dólar puede estar llegando a su fin.
La primera señal seria fueron las crisis financieras, especialmente la de 2008 – la más grande desde la Gran Depresión de los años 30. Esta mostró cuán dependiente de la especulación y la deuda estaba la economía estadounidense. Y dado que EE. UU. financian su presupuesto emitiendo miles de millones en bonos, surge naturalmente la pregunta – ¿cuánto tiempo más confiará el mundo en el dólar?
A esto se suma el creciente papel de China, que intenta debilitar al dólar promoviendo su propia moneda – el yuan – en el comercio internacional. Rusia y otros países también están tomando medidas hacia la desdolarización. También está aumentando la importancia del oro y las criptomonedas, que para muchos se están convirtiendo en formas alternativas de almacenar valor.
¿Mantendrán EE. UU. su posición? ¿Seguirá el dólar siendo la moneda de reserva mundial? La historia muestra que cada imperio eventualmente pierde su dominación – Roma, España, Gran Bretaña… ¿Serán EE. UU. una excepción?
Responderemos a esta pregunta en el próximo capítulo de esta historia, observando las estrategias que los Estados Unidos están utilizando para mantener su hegemonía y si aún tienen alguna posibilidad de éxito.
En las últimas semanas, el mundo observa con inquietud las decisiones audaces y controvertidas de los Estados Unidos bajo el mandato de Donald Trump — desde la imposición de aranceles a productos canadienses hasta las sorprendentes ideas sobre la incorporación de Groenlandia. Estas acciones, combinadas con una tensa política migratoria y una estrategia de "divide y vencerás", han generado incertidumbre en los mercados y aumentado la volatilidad de los mismos. Para entender las acciones de hoy de los Estados Unidos y las decisiones de sus líderes, como Donald Trump, es necesario retroceder en el tiempo y comprender cómo EE. UU. se convirtió en una potencia global. Ninguna superpotencia surge de la nada — su poder es el resultado de la historia, guerras, crisis y decisiones estratégicas. Es el pasado, desde los tiempos de Bretton Woods hasta la era del petrodólar, lo que ha moldeado la posición actual del dólar como moneda mundial. Comprender este camino permite ver mejor por qué EE. UU. lucha por mantener su “dominación” y cómo intentan responder a nuevos desafíos que pueden amenazar su posición global.
¿Qué es realmente una potencia? No es solo un estado con una economía fuerte o un ejército bien desarrollado. Una potencia es una entidad que tiene un impacto real en todo el orden mundial – lo moldea según sus propias reglas, impone sus normas a otros países, y sus decisiones resuenan en los mercados globales y en la política internacional. Solo unos pocos países en la historia de la humanidad han alcanzado este estatus. Y lo que los distingue no es solo la superioridad militar, sino, sobre todo, el control sobre la moneda mundial. Porque si se puede decidir en qué moneda se realiza el comercio, si se puede imprimir dinero por el que otros deben comprar bienes, entonces el poder de ese país se vuelve casi absoluto.
La historia nos muestra que las potencias dominantes casi siempre han estado asociadas con la moneda dominante. El Imperio Romano tenía su denario – la primera verdadera “moneda mundial”, que se utilizaba en toda el área controlada por Roma. España, en tiempos de su poder colonial, introdujo el real de a ocho – una moneda de plata que se utilizaba desde América hasta Asia. Francia en el siglo XVIII puede que no fuera la única potencia, pero su franco era una de las monedas más importantes de Europa. Y luego llegó Gran Bretaña, cuya libra esterlina se convirtió en el medio de pago global en el siglo XIX – una consecuencia natural de que el imperio británico controlara casi una cuarta parte del mundo. Y finalmente, el siglo XX – la era del dólar estadounidense.
Pero antes de que los Estados Unidos se convirtieran en el hegemón global absoluto, su historia era un poco diferente. Incluso antes de la Segunda Guerra Mundial, EE. UU., a pesar de su enorme poder económico, se mantenía al margen de los conflictos internacionales. No se involucraron en guerras como Europa, evitando la expansión militar excesiva. Sin embargo, este aislamiento terminó en el momento en que los eventos de 1941 – el ataque a Pearl Harbor – los arrastraron a la guerra.
Y aquí comienza la historia de su dominación global. Terminaron la guerra como uno de los pocos países cuya infraestructura industrial no fue destruida. Europa estaba en ruinas, Japón estaba devastado por los bombardeos, y los Estados Unidos se convirtieron en el vencedor indiscutible. Tenían una economía fuerte, una industria poderosa y – lo más importante – control sobre el sistema financiero mundial. Fue en 1944, durante la conferencia de Bretton Woods, cuando se estableció que el dólar sería la moneda mundial, vinculada al oro, y que el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial estarían bajo influencia estadounidense.
Ese fue un punto de inflexión. Porque a partir de ese momento, EE. UU. pudo financiar sus gastos sin mayores restricciones – su moneda se convirtió en el estándar, y otros países tuvieron que usarla. Pero este sistema no duró mucho en su forma original. Ya en 1971, el presidente Nixon decidió romper la vinculación del dólar con el oro. ¿Y qué significó eso? Que el dólar se convirtió en una moneda fiduciaria – su valor se basaba únicamente en la confianza en EE. UU., y no en una cobertura real en metales preciosos.
Fue entonces cuando los Estados Unidos encontraron una nueva forma de mantener su dominación – el petrodólar. Al firmar un acuerdo secreto con Arabia Saudita, garantizaron que el petróleo se vendería solo por dólares. Y dado que el petróleo era (y sigue siendo) la sangre de la economía mundial, cada país en el mundo tenía que tener reservas en dólares para poder comprarlo. Este movimiento astuto aseguró a los estadounidenses un mayor control sobre las finanzas internacionales, ya que el dólar se convirtió no solo en un medio de intercambio, sino en la base de la economía global.
En los años 80, EE. UU. se transformaron en un imperio financiero. La globalización hizo que el dólar comenzara a dominar aún más – los mercados de capital de EE. UU. atraían inversores de todo el mundo, Wall Street se convirtió en el corazón del comercio financiero mundial, y el sistema bancario de EE. UU. comenzó a dictar las condiciones a otros países.
Pero ninguna potencia dura para siempre. Y aunque EE. UU. sigue siendo el país más poderoso del mundo, cada vez hay más señales de que la época dorada del dólar puede estar llegando a su fin.
La primera señal seria fueron las crisis financieras, especialmente la de 2008 – la más grande desde la Gran Depresión de los años 30. Esta mostró cuán dependiente de la especulación y la deuda estaba la economía estadounidense. Y dado que EE. UU. financian su presupuesto emitiendo miles de millones en bonos, surge naturalmente la pregunta – ¿cuánto tiempo más confiará el mundo en el dólar?
A esto se suma el creciente papel de China, que intenta debilitar al dólar promoviendo su propia moneda – el yuan – en el comercio internacional. Rusia y otros países también están tomando medidas hacia la desdolarización. También está aumentando la importancia del oro y las criptomonedas, que para muchos se están convirtiendo en formas alternativas de almacenar valor.
¿Mantendrán EE. UU. su posición? ¿Seguirá el dólar siendo la moneda de reserva mundial? La historia muestra que cada imperio eventualmente pierde su dominación – Roma, España, Gran Bretaña… ¿Serán EE. UU. una excepción?
Responderemos a esta pregunta en el próximo capítulo de esta historia, observando las estrategias que los Estados Unidos están utilizando para mantener su hegemonía y si aún tienen alguna posibilidad de éxito.
2 users upvote it!
0 answers
